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Eterno seductor

Tú conviertes cada ocaso en primavera

 cuando besas mi mirada con tus ojos,

cicatrizas las heridas, los enojos

y aseguras la razón de tanta espera.

Siento el alma revolar con la quimera

si alimentas mis instantes con tu magia

y me aferro a la ilusión que me contagia

porque encuentra la verdad más prodigiosa,

en lo pleno, en lo esencial de cada cosa

que comparte el ideal que no se plagia.

 

Tú conviertes mi desierto en alameda

surtes vida y amenizas los encantos,

eres fiel en el dolor, en los quebrantos

y el eterno seductor que me desveda.

Tan intenso es tu versar que hasta me enreda

en el sano laberinto del ensueño,

te apoderas de mi trino y de mi sueño

y te atreves a besar nuestra excelencia

con onírico placer desde la esencia

del andar que te permite ser mi dueño. 

 

Aimée Granado Oreña ©